Se estima que alrededor del 10% de la población mundial padece de dislexia, un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura. Este trastorno persistente y específico afecta a niños sin dificultades físicas, psíquicas o socioculturales y se origina en una alteración del neurodesarrollo.
¿Cómo es vivir con dislexia?
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la dislexia afecta tanto a niños como a niñas, aunque se observa una mayor prevalencia en los primeros. Se estima que entre el 3% y el 6% de la población infantil entre 7 y 9 años son niños disléxicos.
En Estados Unidos, la Academia Nacional de Ciencias estima que entre el 10% y el 17,5% de la población tiene dislexia. Sin embargo, para la población de habla hispana, se estima que la prevalencia es menor.
La doctora Gabriela Arista Farini, médica pediatra especialista en Neuropsicología y coordinadora del Grupo de Neurodesarrollo de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), explicó que la dislexia es una dificultad inesperada en el aprendizaje de la lectura. Aunque los niños disléxicos tienen una inteligencia promedio, enfrentan dificultades para aprender a leer cuando comienzan su escolarización.
El origen de este trastorno está definido como una condición del neurodesarrollo de origen genético. Se repite en las familias debido a su carga hereditaria y está relacionado con la migración de las neuronas en el cerebro que debería estar preparado para el desarrollo de la lectura. Cuando esto no sucede, el niño presenta dificultades en esa área.
Cómo entender la dislexia
El aprendizaje de la lectura es una creación cultural, distinta al aprendizaje natural de habilidades como caminar, hablar o utilizar las manos. Por lo tanto, requiere una enseñanza explícita. Cada idioma y cada cultura tienen su propio código alfabético.
La detección temprana de la dislexia es fundamental para brindar apoyo adecuado. Los docentes y los padres deben estar atentos a las señales, como dificultad para reconocer letras, unirlas y leer con precisión.
Los niños disléxicos suelen rechazar la lectura porque no logran automatizarla, la encuentran aburrida o cansadora. Además de las dificultades en la lectura, pueden presentar problemas de atención, dificultad para contar, memorizar palabras o colores, entre otros.
La dislexia no diagnosticada puede generar una percepción de ineficacia en el niño, quien se compara con otros y se pregunta por qué no puede aprender a leer como ellos. Si no se conoce esta condición, los niños pueden pasar de grado sin recibir el apoyo adecuado, ya que se espera que maduren lo suficiente para aprender a leer sin una enseñanza sistematizada.
Es importante destacar que las personas con dislexia tienen capacidades y fortalezas que deben ser reconocidas. Cada niño transita la dislexia de manera diferente debido a la diversidad neurocognitiva humana. Los adultos que no fueron diagnosticados pueden presentar dificultades en lectura lenta y comprensión, entre otros aspectos que varían según la severidad de su condición y su nivel escolarización.
En la facultad o en el ámbito laboral, los jóvenes y adultos con dislexia enfrentan desafíos en la lectura y la escritura. Aquellos que recibieron tratamiento y desarrollaron estrategias compensatorias pueden seguir el ritmo con más facilidad, mientras que aquellos que no fueron diagnosticados pueden experimentar dificultades emocionales y sentirse inferiores a sus pares.
Es fundamental generar conciencia sobre la dislexia y brindar apoyo adecuado desde una edad temprana. Con el apoyo correcto, las personas con dislexia pueden desarrollar sus habilidades y contribuir de manera significativa a la sociedad. Actores, científicos y artistas reconocidos son ejemplos de personas disléxicas que lograron superar los desafíos y aprovechar su potencial.
