La ropa, los complementos y accesorios juegan un papel fundamental en la construcción de la imagen y marca personal de cada individuo, pero, ¿qué debemos tener en cuenta a la hora de armar nuestros looks en cada etapa de la vida?, según Mónica Gamboa Baquero, asesora de imagen, mentora en marca personal y neurocoach, la clave está en ser fiel a nuestro estilo.
La importancia de vestirse bien
Nuestra forma de vestir debe reflejar nuestra personalidad y gustos para que siempre nos sintamos empoderados y cómodos con lo que proyectamos al mundo.
Carolina Salazar Restrepo, asesora de imagen, añade que es esencial conocer nuestro cuerpo y aprender a vestirlo para resaltar lo que queremos transmitir a través de nuestros conjuntos.
Las expertas resaltan que el buen vestir ya no está sujeto a reglas estrictas ni a la edad que se refleja en nuestra cédula, ya que "la moda no tiene edad". Sin embargo, ofrecen una guía general que refleja la forma actual de vestir en distintas décadas de la vida, aunque siempre enfatizando en que cada persona es única y debe construir su imagen fiel a su propio estilo.
Vestirse de acuerdo con la edad en la que estamos
En la temprana adolescencia, comenzamos a definir un estilo influenciado por la tribu urbana a la que pertenecemos, las tendencias y lo que nos dicen nuestras amigas. En esta etapa, somos grandes consumidores de moda y buscamos herramientas para construir nuestra imagen con libertad en el mundo personal y laboral.
En este sentido, es importante utilizar ropa estructurada en colores neutros, como camisas, chalecos y blazers, que reflejen nuestro despegue profesional. Sin embargo, también podemos incluir prendas más casuales y divertidas, como jeans ajustados, leggings, crop tops, minifaldas y vestidos sin mangas.
En la siguiente década, nos volvemos más selectivos y prácticos en cuanto a tendencias y preferencias. Nuestro estilo propio se consolida y nuestro armario evoluciona gracias a nuestra experiencia en distintos momentos y escenarios. En esta etapa, elegimos piezas modernas y formales que se ajusten a nuestro cuerpo y se adapten a nuestro trabajo. También optamos por prendas y accesorios más relajados, como sneakers, botines y sandalias planas.
En nuestros 30 años, tenemos más tiempo para dedicarnos a nosotros mismos. Queremos refrescar nuestra imagen y cuidarnos físicamente, al mismo tiempo que buscamos mejorar nuestra realidad personal y profesional. Esto se ve reflejado en nuestro guardarropa, que se vuelve más selecto y cómodo. Elegimos prendas de calidad que resalten los puntos atractivos de nuestra figura y nos hagan sentir más jóvenes, sin necesidad de recurrir a prendas ceñidas o escotes extremos.
En la década de los 40, nos sentimos consolidados en distintos aspectos y nuestra madurez se refleja aún más en nuestro estilo y armario. Aprendemos que no hay prendas feas, sino malas combinaciones, y que existen reglas en el vestuario que podemos romper cuando lo deseemos. Nuestra seguridad nos permite ser más arriesgados en cuanto a color, siluetas y zapatos cómodos y atemporales.
Finalmente, en los 50 y más, tenemos una imagen mucho más clara de quiénes somos, a qué nos dedicamos y qué queremos comunicar. Podemos optar por un estilo clásico, elegante, ejecutivo, deportivo o alternativo, o simplemente, ser libres de etiquetas. La moda no nos viste, somos nosotros quienes lucimos las prendas que elegimos.
En conclusión, cada etapa de la vida nos permite definir y evolucionar nuestro estilo de vestir. Lo más importante es ser auténticos y fieles a nosotros mismos, permitiendo que nuestra imagen sea un reflejo de nuestra personalidad.
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